Apoderamiento ciudadano para la transición energética

Se entiende la transición energética como el camino hacia una autosuficiencia energética local sin combustibles fósiles. En un momento en el que dependemos tanto de los combustibles fósiles, cuesta imaginarse cómo se va a transitar hacia el nuevo modelo energético y aunque no conocemos la fórmula mágica, sí identificamos los elementos que forman parte de la ecuación.

La tecnología necesaria para hacer posible la revolución energética existe; el cambio no es un tema técnico, sino principalmente social. Identificamos cuatro elementos clave: la implicación de la comunidad, el liderazgo efectivo, el contexto favorable y el factor tiempo.

Implicación de la comunidad:

La transición energética a nivel local, regional, nacional, europeo o global sólo será efectiva si surge de la comunidad, pero nunca si se impone. Los ciudadanos deben demandarla, formar parte del diseño y planteamiento y participar activamente en la implementación y el seguimiento. Los grandes cambios surgen de gente corriente haciendo pequeñas cosas: la transición va de lo que podemos hacer con el vecino, con la gente de nuestro barrio, de nuestro pueblo. Ejemplos como el de la isla de Samso, en Dinamarca, que ya es autosuficiente energéticamente y en la que los ciudadanos son copropietarios de las centrales generadoras, nos demuestran el gran poder de la comunidad para hacer efectivo el cambio de modelo energético.

Liderazgo:

Como el cualquier movimiento, son indispensables personas que inspiren, informen, acompañen y canalicen el entusiasmo y el deseo de cualquier comunidad para conseguir objetivos.

Contexto favorable:

No es el único factor pero, evidentemente, una transición energética será más efectiva si se dan unas condiciones políticas, legales, económico-financieras, sociales y anímicas favorables.

Tiempo:

Cualquier cambio necesita su tiempo y una transición energética como la que viene, no se conseguirá de un día para otro. Eso sí, el tiempo es relativo y la historia nos ha demostrado que se puede cambiar de modelo en menos de diez años y sino que se lo digan a los vendedores de coches diésel que en 10 años se pasó de un parque de vehículos ridículo a representar más de un 70% en 2007.

Estos cuatro elementos forman la ecuación, pero… ¿cuál es la realidad? ¿En qué momento nos encontramos?

Seguramente hay diferentes visiones y percepciones pero lo que es innegable es que existen al menos dos elementos que desequilibran la reacción: la desconexión administración pública/políticas-ciudadano y el estado de letargo/confort de nuestra sociedad.

Desconexión administración/política–ciudadano:

En los últimos años, las partidas presupuestarias para energía y clima han incrementado exponencialmente a todos los niveles: europeo, nacional, regional y local. También aparecen como setas planes, estrategias o programas políticos que motivan el cambio de modelo energético pero que los ciudadanos no conocen, ni han participado de ellos. Un ejemplo es el proyecto europeo de Unión energética que sitúa al consumidor en el centro del sistema energético sin decirle cómo ni cuándo y indicándole que seguirá siendo “consumidor”. El lenguaje en este contexto también es importante y el concepto consumidor denota una actitud mucho más pasiva de receptores de productos y servicios. Como ciudadanos deberíamos defender nuestra posición de usuarios de energía más que de consumidores.

Sociedad desinformada:

Para reflejar este punto bastaría con el siguiente ejemplo.  Hace pocos meses, en Holanda se presentó un proyecto de propiedad colectiva de un aerogenerador y en 13 días consiguieron, mediante aportaciones de 200 €, los 1,3 millones de euros necesarios para llevar a cabo la inversión. Aquí, por el contrario, existe un proyecto similar llamado Viure de l’Aire -en el que Ecoserveis participa como socio- que lleva más de 7 años y aún no ha conseguido el 100% de la financiación. ¿Qué nos pasa? Pues seguramente que sufrimos de la llamada información asimétrica y que como sociedad, padecemos un analfabetismo energético impuesto que hay que abordar para eliminar las barreras que impiden que los ciudadanos tomemos las riendas de nuestro sistema energético.

Por suerte, lo que limita y ralentiza el proceso de cambio está perfectamente identificado y tiene fácil solución: dotar de herramientas a nuestra comunidad para que sea el motor del cambio. Y cuando hablamos de herramientas, a nivel práctico, nos referimos a:

  • Información y formación al ciudadano: sobre dependencia energética, seguridad energética, potencial renovable, mercados energéticos, sobre historia que explique cómo hemos llegado a un sistema energético dominado por unas pocas empresas; también es necesaria la formación que desmonte los mitos sobre los que tenemos construida nuestro rol pasivo respecto al uso de la energía y un largo etcétera.
  • Elementos de inspiración: es esencial enriquecerse y conocer ejemplos de personas, de comunidades que se han avanzado y han conseguido tener el control sobre la energía.
  • Espacios de debate: la comunidad, los ciudadanos debemos disponer de lugares para el debate ya que no hay un único modelo de transición energética y los espacios, y concretamente los espacios informales son el mejor lubricante para diseñar nuestra transición energética, la transición energética de mi comunidad, de mi barrio, de mi municipio.
  • Espacios de creación: como sociedad, debemos exigir a las administraciones poder experimentar y que apuesten por pilotos comunitarios, instalaciones coparticipadas, etc.

El tren de la transición energética está en marcha y es imparable, pero como ciudadanos debemos decidir si dejamos pasar el tren, si nos subimos a un vagón o si apostamos por la locomotora y decidimos dónde, cómo y cuándo vamos.